viernes, 9 de octubre de 2020

A por un décimo de navidad a la Bruixa d'Or

Ir a comprar un décimo a la Bruixa d’Or. 

Esta fue la premisa que nos llevó a mi hermano y a mi a coger nuestras monturas y realizar un viaje real para comprar un décimo que podíamos haber comprado de forma virtual. 

Pero bueno, a buscar excusas, a los que nos gusta ir en moto, no nos gana nadie, ¿no? 

Así es como empezamos esta ruta. Mi hermano, que después de varias motos, vuelve a llevar su inmortal T-Max de 2007 con 136.000km a sus espaldas (y que gira redonda como el primer día) y yo con mi Forza con exactamente 100.000km menos que la Yamaha. 

Aun con el recuerdo de la Rider 300 y el aroma de su recorrido en las carreteras, nos fuimos hasta Manresa para deshacer el último tramo de la 300. 

La ruta que nos habíamos propuesto deshacía este último tramo hasta Guisona, así que pudimos disfrutar de este tramo de día y viendo y disfrutando mucho más de sus curvas, ya que en la Rider lo hicimos de noche. 

La carretera que enlazaba de Guisona a Ponts estaba poco transitada y hasta hubo un momento en que se nos cruzó un pequeño halcón que se quedó aposentado en una señal de velocidad. Pasamos a su lado a escasos cinco metros y pudimos verlo perfectamente, increíble. 

 

En Ponts realizamos la primera parada de la ruta, la temperatura, aun no siendo muy baja, era ligeramente incómoda, ya que desde el inicio habíamos pasado bastante frío ya que el viento soplaba con fuerza en algunas partes. 

 

Tomé la decisión de ponerme el chubasquero para hacer de paravientos y seguimos de manera muy cómoda por la subida que toma dirección hacia Palau de Rialb e Isona. 

Una subida bien asfaltada, con curvas por doquier y con las vistas que vamos dejando hacia atrás del pantano. 

Al coronar y empezar a bajar se nos cruzó el segundo animal del día, en este caso un precioso zorro que pudimos ver también de cerca. 

La conexión hasta Tremp fue bastante rápida ya que subiamos por faena. No teníamos prisa pero la Bruixa cerraba a las 14h y no queríamos encontrarnos cerrado el local. 

En Tremp ya hacia una temperatura más agradable y fuimos recorriendo la N-260 con agilidad hasta que llegamos a Sort. 

Fuimos directos a la Bruixa y aparcamos justo delante al lado de más moteros que iban a lo mismo que nosotros. 

Después de comprar un poco de ilusión, bajamos al centro de Sort, al Parc del Riuet, donde de pequeño me había tirado en innumerables ocasiones por el tobogan de cemento que baja al parque. Hacia 30 años, quizás, que no me tiraba por el, así que no desaproveché la ocasión de tirarme y bajar al Parque de manera más rápida 😊 


Mientras comíamos el sol apretaba y hacía bastante calor. Yo llevaba la térmica que nos regalaron en la Rider y me asé (aunque a gusto) de calor. 

Con la comida que nos llevamos y que comimos al sol y la temperatura, daban ganas de estirarse en el césped verde y perfectamente cortado del parque y pegarse una buena siesta, pero aun quedaban 240km para llegar a casa. 

 

Recogimos todo, nos fuimos a buscar las motos y enfilamos hacia el Port del Cantó, un puerto de los más míticos de Catalunya, son 50km, y aproximadamente son 25 de subida y 25 de bajada. 

En la subida la Forza no tenía problemas pero tampoco tiene la potencia como para apretarla a muerte, así que me adapté a ella y subí a 60/70 tranquilamente viendo el magnífico paisaje que nos ofreció el día. 

Al llegar al punto más alto, habiamos subido 1100m de desnivel y la temperatura había cambiado. Volvía a hacer frío y viento, así que la parada que hicimos no fue muy larga, tan solo visitar un geocaché de los motarrescatxe que se encuentra justo en el collado, hacer unas fotos y seguir. 


El Port del Cantó es una carretera donde hay que tener mucha cabeza ya que, en algunos puntos, se puede coger velocidades altísimas que se juntan con horquillas tremendas. 

 

Mi ritmo es normal, no me apetece ir a saco, sino disfrutando de lo que puede ofrecer la Forza con mucha cabeza, así que disfruté mucho de la bajada. 

Eso sí, antes de acabar el puerto, hay un último mirador que ofrece vistas a Adrall (el pueblo donde acaba) y puse el intermitente y mientras nos íbamos deteniendo nos pasó el tercer animal del dia, en este caso fue lo más espectacular que vimos. 



Se trataba de un águila dorada que nos pasó a la altura de los ojos a unos 10 metros. Estaba planeando y nos pasó muy lentamente... a medida que se alejaba empezó a aletear como a cámara lente y se pudo ver perfectamente la envergadura que tenía. Impresionante. 

 

Cuando terminé de hacer fotos seguimos ya en dirección Organyà, donde aprovechamos para poner gasolina. 

Justo después del pueblo ya había el desvío hasta Alinyà. Una carretera que va subiendo por una zona muy montañosa hasta Perlés. 

Allí paré para conectar las GoPro ya que íbamos a pasar por una carretera que resultó ser muy bonita. Toda trazada en piedra y pasando por diferentes túneles muy rupestres. 


Al llegar a Alinyà empezamos a enfilar más hacia arriba alcanzando otra vez cotas altas con unas vistas espectaculares. 

Merece la pena venir por esta zona porque es de diez. 

Cuando salimos de esta zona más rocosa ya empezamos una carretera algo más ancha hasta Cambrils, un pequeño pueblo perdido en medio de la montaña. 

Desde ahí ya el paisaje cambió ligeramente hasta que llegamos al mirador de Serra Seca donde hicimos una parada más larga. 


Hay un pequeño párking donde se encuentra un monumento al Tour de Francia, ya que en 2009 una etapa pasó por este puerto.

En la parte superior había un mirador y un vértice geodésico. Las vistas son espectaculares, nada que envidiar a otros países. Muy recomendable. 

 

Cuando terminamos de comer algo de fruta seguimos una espectacular bajada del 13% llena de horquillas hasta que llegamos al Pont del Clop, otro punto que quería parar ya que la naturaleza ha hecho ahí una especie de lugar impresionante donde bañarse en verano y disfrutar de una agua cristalina y pura. 



Al retomar la ruta ya nos quedaban carreteras más normales, que aunque siendo nacionales, son bonitas de pasar por ellas ya que pasamos por sitios tan bonitos como Solsona o Cardona, con su espectacular castillo. 

En el tramo que tomamos de Santpedor a Moià nos encontramos, saliendo de una curva, al último animal del dia, un pequeño ciervo que se asustó y salió corriendo colina arriba. 

Ya solo nos quedaba ver, no se... una pantera! 

Al llegar a Moià, empezamos a bajar por la C59 tranquilamente y pasando por pueblos como Castellterçol, Sant Feliu de Codines... y poco a poco llegamos al último puerto ya en casa, la Conreria, que una vez coronado, nos mostró el mediterráneo en todo su esplendor. 

La ruta ya acababa y nos despedimos. 

Al final me salieron 487km y unas diez horas de ruta en total. 

Una ruta para recordar, de ahí a que utilice mi blog a modo de diario personal.

Enlace para la subida

Enlace para la bajada

martes, 22 de septiembre de 2020

Rider 300, una bonita aventura

Siempre he pensado que cuando uno esta nervioso frente a una situación que ha escogido hacer voluntariamente, es porque esa situación va a remover algo en su interior.

Así es como me sentía viernes pasado cuando me recogió Xavi para subir en coche hasta Manresa a recoger nuestra documentación oficial de la Rider 300.

De hecho, tengo que decir, que no es la primera ruta larga que hago con mi Forza, la más larga que he realizado fue la de Andorra y Francia (490km), pero fui con mi hermano, alguien con quien me entiendo bien y con el que uno va tranquilo y calmado. También realicé este verano una de 400km yo solo, así que el nerviosismo no era exactamente por eso, sino por presentarte en una salida organizada y descubrir una nueva experiencia motera.

Viernes, llegamos a Manresa sobre las 19h y había una temperatura bastante agradable, aun así, el cielo parecía avisarnos de lo que nos encontraríamos al día siguiente.

Nos pusimos en la cola donde vimos más gente y después de cerciorarnos de que esa cola era la correcta pasamos dentro a recoger nuestra etiqueta oficial de la Rider.

Nos obsequiaron con diferentes cosas, entre las que debo destacar una térmica interior de manga larga con bastante buena pinta, un Buff de Givi de estos de entretiempo (que utilizo mucho para el sudor en la cabeza), un botiquín muy sencillo y el preciado adhesivo de la Rider, aunque no el plateado que dan al final… pero bueno, uno ya se sentía parte de esta aventura. Por cierto, en el stand de Honda, si enseñabas el rider pass te regalaban una camiseta y otro buff de Honda (mucho más bonito que el de Givi).

Aprovechamos para saludar a Alex Forzer (el administrador del Barcelona Forza Team) y a dos valencianos que habían venido ese mismo día, JuanmaBass (en forocoches) y un amigo suyo con una preciosa CB125R.

Después de presentarnos, Xavi y yo nos fuimos para casa y ahí empezó el “run run” en la barriga.

Sábado amaneció con una previsión dudosa. En teoría tenía que llover poco, pero uno ya lleva varios miles de km en moto y sabe que el chubasquero siempre tiene que ir dentro de la moto, pero… ¿qué más me tenía que llevar?

En principio no quería llevarme el topbox, pero me dije, sé previsor, ves cómodo… Así que finalmente lo llené con mis botas de lluvia (unas botas de bici de media caña Northwave que son goretex y windstopper, la auténtica salud en bici y para los días que llueve), la térmica que nos regalaron, una chaqueta chubasquero Rockrider de bici que no acaba de ser chubasquero 100% ya que tiene aberturas para transpirar, una botella de agua de litro y medio, fruta, dos bocatas y las dos GoPro.

El chubasquero, como antes he dicho, va pegado siempre a la Forza, aunque sea pleno agosto.

Eran las 10 de la mañana y Xavi se presentaba en mi casa dispuesto a salir dirección Sant Vicenç dels Horts donde habíamos quedado con una pequeña parte del Forza Team.

Fuimos charlando por el intercom y en 40 minutos nos plantamos en el punto de encuentro.

Breves conversaciones donde ya se veía quién había hecho alguna Rider y quién no.

Yo seguía con el “run run”.

Salimos de Sant Vicenç dels Horts en dirección Manresa y fue un trámite un poco pesado ya que nos encontramos con una pequeña retención en la autopista a la altura de Sant Andreu de la Barca.

El día era soleado, hacía cierto calorcete y yo llevaba mi Forza impoluta (y no... no terminaría impoluta).

Al llegar a Manresa y entrar en el recinto de la Rider, el ambiente motero era palpable. Motos de todo tipo, aunque las que más abundaban eran las Trail, y sobre todo las GS.

Llegamos y aparcamos nuestras Forzas junto a las demás. La estampa era curiosa, diez Forza una junto a la otra con gente con ganas de pasarlo bien.

A nuestro grupo también estaban acoplados tres personas más, Xavi, mi amigo con su XADV, el amigo de Juanma con su CB125R y un compañero con una Custom 125 que no atiné a ver de qué marca era.

Mientras charlábamos nos avisaron de que ya era el momento de entrar en la cola, algo antes de lo que teníamos previsto, así que nos colocamos todos en la cola y a los cinco minutos de esperar cayó una gota… luego otra, y en dos minutos estaba cayendo una lluvia torrencial que nos pilló a todos por sorpresa.

Corriendo me puse mi chubasquero Tucano Urbano “Diluvio” de dos piezas y mis botas Northwave. Digo el modelo de chubasquero porque lo estrenaba ese día y fue la clave.

No creía lo que estaba pasando, mi primera Rider ya extraña de por si, por el maldito Covid, un montón de km de curvas por delante y empezaba a llover en plan “juicio final”.

Con los chubasqueros puestos, escuchamos al “speaker” que dijo “recordad, los brazaletes de la rider por encima del chubasquero”.

Y todos los moteros que estábamos en la cola… (más de 100) sacándonos en medio de la lluvia ese maldito brazalete fluorescente para ponerlo por fuera.

Así que entre lluvia torrencial y un par de pases por los trámites oficiales (marcar el primer punto y la foto oficial) nos presentamos en la parrilla de salida de la Rider.

La sensación fue increíble, me daba absolutamente igual que lloviera, y tan solo estaba en la salida junto a mi amigo Xavi y nuestros compañeros del Forza.

El “run run” estaba desapareciendo y ahora ya solo quedaban las ganas de empezar nuestra ruta.

Justo salir nos paramos a reagrupar y cuando estuvimos todos empezó la Rider.

En las primeras dos horas no hubo dudas de por donde seguir, ya que íbamos todos los Riders en caravana debido a la intensa lluvia que caía.

Después de esas dos horas la lluvia acabó definitivamente y a la que salió el sol nos paramos para quitarnos el chubasquero y comer.

Ya más relajados todos, comentamos la jugada, los que fuman hicieron su ritual, yo aproveché para secar de sudor la espaldera y los guantes y acto seguido proseguimos en dirección Montmajor.

Al llegar toda la troupe de Forzas escuché por parte de un voluntario “ostres! Quina manada d’scooters!!”, por lo menos nos hacíamos ver 😉

Vimos la bonita fuente en forma de bolet (seta) que hay justo en el centro y esperamos a los compañeros que aún seguían sellando.

De Montmajor al Museu de la Moto de Basella era todo un track, 105km sin punto de control, o eso es lo que pensaba, ya que en l’Hostal Nou había uno.

La carretera que habíamos hecho estaba asfaltada pero se encontraba llena de “botes” que a más de alguno le debieron destrozar las lumbares.

Eso sí, las carreteras, todas, hasta ese momento magníficas.

En la segunda parada aprovechamos para comer algo, hidratarnos y seguir. El día ya estaba azul, hacía calor y apetecía ir en moto porque se iba muy cómodo.

Esto es la Rider… (por lo menos la 300) tranquilidad, buen ambiente, saludos moteros aquí y allá y todos compartiendo un mismo objetivo.

En los foros suelo leer que hay mucho postureo y demás, pero al final son gente que solo se fija en las partes negativas de estas salidas.

En nuestro caso nos saludaron todos los compañeros, intercambiamos palabras con gente con sus GS o sus R… al final… todos somos eso… personas.

Después de esta parada seguimos por carreteras de ensueño hasta el Museu de la Moto. Jamás había pasado por ellas, ni conocía la mayoría de pueblos… Catalunya tiene un potencial turístico fuera de dudas, es una locura la de sitios bonitos que tenemos.

Después de un empalme por una carretera muy rápida volvimos a coger un desvío que nos llevaría por otra serpenteante carretera hasta llegar al Museu.

Allí el ambiente motero era potente. El Museu de la Moto estaba abierto, pero el café que me imaginaba tomando en el Pans & Company de su interior se vio truncado ya que estaba cerrado (y tenía pinta de que permanente), así que me tomé un café guarro sentado en el suelo de la gasolinera que había en esta parada… me sentó a gloria después de ya más de 200km desde la salida de casa, eso sí.

Una parada más larga, una foto de grupo y comentarios sobre lo vivido.

La Forza se había comportado fenomenal, en las carreteras de curvas con una agilidad y estabilidad que dan confianza y con un consumo de 2.0 hasta el momento.

Al salir del Museu, como me había estudiado los tracks, sabía que íbamos a cruzar por el pantà de Rialp. Allí nos esperaba una patrulla de los Mossos que iba oteando qué caras hacíamos y para recordarnos que estábamos supervisados en todo momento.

La carretera que recorría el pantà por su lateral hasta casi Politg fue bastante durilla ya que era una carretera de aquellas con asfalto muy malo y que hasta tenía hierba en el medio en según qué trozos, es decir, una carretera por la que no solía pasar nadie.

La velocidad media volvió a bajar porque había bastante gravilla y bastantes accidentes qué sortear. Aun así creo que para bajar las pulsaciones de las carreteras previas no era mala opción y las vistas sobre el pantà eran espectaculares.

En este tramo me descolgué de la cabeza de grupo ya que iban más ligeros y me quedé en un limbo en medio de los dos grupos formados. La sensación fue la de rodar solo junto al pantà de Rialp en un dorado atardecer. Algo mágico.

Cuando salimos de esa emboscada en forma de carretera complicada ya enfilamos dirección Guissona.

Jamás había visto en primera persona toda la infraestructura del BonArea y mucho menos la riqueza que había traído al pueblo este negocio.

Por momentos daba la sensación de estar en una urbanización de pasta del Maresme. Increíble.

La paradita de punto de control de rigor y ya más caras de cansados de todo el grupo. Breves conversaciones sobre lo acontecido y mover un poco las piernas. Llamada a mi mujer para avisar de que todo iba sobre raíles y continuamos.

En este punto enfilamos una carretera preciosa, con la luz dorada del atardecer de espalda dando un ligero calorcete muy amigable.

Fui con el compañero Albert y su 300 rodando en medio de los dos grupos con suavidad, como me gusta a mi. Tener “Flow”, evitar frenadas y aceleraciones bruscas… ir como un gentleman!

Poco a poco el sol se iba escondiendo por el horizonte y se hizo inevitable, para mi, ponerme un cortavientos debajo de la chaqueta de verano.

Nos íbamos acercando cada vez más hacia el final de la ruta y, por lo general, se notaba ya el cansancio de todos.

Xavi, que guiaba al Forza Team con su XADV con mano de hierro se colocó detrás de una GS que iba a ritmo tranquilo y poco a poco nos fuimos acercando cada vez más hasta Manresa.

La llegada a la línea de meta la recuerdo emocionante, había varias personas que aplaudían y al vernos a todo el grupo de maxiscooters ciertas miradas de respeto se hicieron patentes en las miradas de los que miraban cómo de cansados llegaban los participantes.

Las Forza se habían comportado estupendamente. Protegiéndonos de la lluvia cuando tocaba, llevándonos cómodos y en buena posición, con un consumo de 2.0 al final de la ruta y con una seguridad fuera de toda duda.

Choques de codo, anécdotas, aventurillas y recoger nuestro preciado trofeo… ese pin (qué vieja escuela suena el concepto pin) que te acredita como participante y “acabador” (odio la palabra finisher) de la Rider 300.

Después de las despedidas Xavi y yo fuimos a buscar la C16 para volver a nuestras casas, aun nos quedaban 70km de noche por una tranquila y solitaria autopista de pago (8€…).

Aquí es donde, tanto el Sena como el Cardo que llevábamos dieron su do de pecho después de 12 horas en marcha y nos permitieron volver a 110km/h constantes charlando de todo lo que había sido nuestra primera participación en la Rider 300. Cómo se agradece ir charlando con uno de tus mejores amigos mientras vuelves ya muy cansado de un largo día de emociones.

Al final llegué a casa después de 12h de moto con 440km a las espaldas y muchas cosas vividas.

El único “run run” que quedaba ya era el del motor de la Forza en el parking antes de dar sus últimas explosiones del día.

La Rider 300 ha sido una muy gratificante experiencia. Nos quedamos muy contentos de la organización y de la simpatía de las voluntarias y voluntarios que nos atendieron durante todo el recorrido.